Dentro de un bello mar de ideas, lleno de talento, no puede haber nada más que tostas de tarantelo, láminas de atún rojo, incluso ensaladilla de gambas blancas. Un maravilloso -y sabroso- mundo donde brillaría un chef ceutí, Hugo Ruiz, responsable de rendir homenaje a la mejor materia prima. Y así dedicarse a lo que mejor hace, a crear, a experimentar. Ese espacio existe, ya ha sido descubierto. Se llama Bugao. Y está en Madrid.
En la mezcla está la riqueza. La combinación de sabores encuentra un rico paralelismo en la de los espacios, convergiendo todo en la figura de Hugo Ruiz. Comencemos. Hablemos primero de su terraza, diseñada por la interiorista Silvia Picar, que comparte influencias arquitectónicas y estilísticas con el Gastrobar. Su ubicación en el patio interior del edificio, sin ruidos de transeúntes ni vehículos, permite disfrutar en pleno corazón de la capital de un ambiente agradable y distendido donde la “Cocina entre mares” de Hugo Ruiz abre su abanico y poder conquistador.
Este primer espacio está inspirado en el Cádiz colonial y en la Marbella de Alfonso de Hohenlohe, recreando y trayendo a Madrid la magia y la luz de los pueblos del Mediterráneo. Los vínculos con el mundo árabe se hacen reales con otro juego: la de los elementos de mimbre, con telas y colores. Con techo y laterales de lona retráctiles y superficie diáfana, permite su disfrute a todo tipo de público, ya esté abierta, semi abierta o cerrada para comidas, cenas, o para momentos de cócteles y/o simple “tardeo”.
Esos momentos alumbran una carta líquida que se compone de una selección de cócteles diseñados por Jesús López-Higueras. Ahí se encuentran desde creaciones clásicas, como el Pisco Sour o el Moscow Mule, hasta otras novedosas combinaciones como el Margarita de yuzu y calamansí o el Lady Madrid. Asimismo, para los amantes del vino, su bodega también dispone de una amplia y variada selección para todos los gustos.
Para lo sólido, sus dos cartas diferenciadas -la de su Gastrobar y la de la zona Gourmet- ayudan a que el restaurante conquiste, además de por su especialidad gastronómica, por la estética de lo que uno se lleva a la boca. El lugar reclama así al cliente su derecho a una “segunda visita” de otras muchas que seguro seguirán la cadena.
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